Super Bowl LI: el mejor título de Patriots

New England Patriots hizo historia. Dio vuelta una diferencia imposible y se llevó el Super Bowl en tiempo extra. La dupla Bill Belichick-Tom Brady continúa sumando anillos y ambos demostraron que son los mejores de la NFL. Atlanta Falcons se imponía por 25 puntos, pero no supo sostener estratégica y mentalmente un duelo cargado de pasión y con dosis extra de sorpresas.

Muchos ya consideran que el Super Bowl LI fue el mejor de todos. Seguramente, en cuanto a lo deportivo, hay otras finales que estuvieron a la altura de la que acaban de entregarnos Falcons y Patriots, pero seríamos injustos con Joe Montana por la serie ofensiva final de 92 yardas en la edición XXIII o con Adam Vinatieri y su gol de campo agónico en 2002. También olvidaríamos a Terry Bradshaw por la bomba que atrapó John Stallworth ante Rams o con John Elway y Brett Favre quienes dejaron todo en 1998. Y así podríamos enumerar una docena de finales increíbles, dejando afuera a figuras colosales. Sin embargo, éste juego de Houston será inolvidable.

Durante el primer cuarto se estudiaron bastante, como sucede en este tipo de partidos. Las defensivas congelaron cualquier intento por anotar y, sobre todo, se lucieron a la hora de impedir primeros downs rivales. Las unidades de ataque tuvieron problemas para desarrollarse y carecieron de juego terrestre. Tanto LeGarrette Blount como Devonta Freeman estuvieron bastante limitados.

El inicio del segundo período fue catastrófico para Patriots cuando Blount -sin mucho ruedo ni éxito- dejó caer el ovoide. Matt Ryan no desaprovechó el regalo, se encontró con Julio Jones en dos lanzamientos para 52 yardas totales y le entregó el balón a Freeman, quien marcó el primer touchdown. A los pocos minutos, con una nueva carga, Ryan logró otro avance anotador, gracias al efectivo juego aéreo y a las manos de Austin Hooper. La defensiva de Patriots atravesaba su peor momento del año contra el MVP de la temporada.

Falcons hacía lo de siempre, con un juego agresivo y vertical, mientras New England estaba desconcertado. Incluso Tom Brady fue responsable de la debacle, cuando sufrió un pick-six devastador. Esa última serie ofensiva de Patriots reflejaba el estado de salud del paciente: solo supieron avanzar por las infracciones que cometía la trinchera de Atlanta. A pesar del momento tempestuoso, Pats sumó 6 minutos con 27 segundos de posesión; un dato negativo y positivo a la vez, ya que la defensa roja sumó demasiados minutos en cancha. En definitiva, Robert Alford anotó el touchdown de la intercepción.

21-0. Impensado. Irremontable, creímos todos. ¿Cómo haría Patriots para dar vuelta una historia prácticamente definida? Hasta el tercer cuarto, no había síntomas de recuperación en un equipo quebrado, con la defensa agujereada y el ataque inconexo. Los envíos Brady fueron –generalmente- bien lanzados, pero todos sus receptores se habían puesto los “guantes de manteca”.

Tras el show de Lady Gaga, la defensiva de Falcons comenzó a sentir el cansancio. Patriots había anotado solamente un gol de campo, pero volvió a estar demasiado tiempo en el terreno, como en aquella serie que culminó en pick-six y que también duró 6 minutos y medio. Sin embargo, Ryan y compañía seguían alimentando un marcador desbalanceado, lo que generaba algunos desbandes “patriotas” en las tribunas del NRG Stadium.

Tevin Coleman fue el último hombre de Atlanta en llevar al balón hasta la zona prometida, luego de una serie combinada, con pases a Sanu y a Gabriel y un par de acarreos de Freeman. Faltando 8 minutos y medio y todo un cuarto por delante, Falcons se dio por satisfecho y pareció sentirse cómodo con el resultado abultado. Y aquí un párrafo aparte para le guerra psicológica, clave en la definición del pleito…

Los días previos al Super Bowl, Devonta Freeman decía que "no verán ninguna celebración de nuestra parte hasta que ganemos el domingo". Ese fue el primer indicio del exceso de confianza detectado en la plantilla de Dan Quinn: se vieron ganadores antes de tiempo. Por otra parte, desde la cúpula de New England, el mensaje fue totalmente opuesto y descendió como cascada hasta el cerebro de sus dirigidos. En el “opening night”, Robert Kraft fue concluyente: "un Super Bowl tiene que jugarse como si nunca fuésemos a regresar". El punto de partida lo dio el presidente de la franquicia, que disparó su mejor tiro en la batalla mental. La bala tardó demasiado tiempo en llegar a destino, pero los jugadores ya tenían el cargador listo.

Tom Brady regresó cuando faltaban 8 minutos y medio del tercer cuarto. Otra serie de más de 6 minutos descabezó a la defensiva de Quinn. A Patriots le costó bastante incursionar en terreno contrario, demostró desesperación por el intento de pase de Julian Edelman y se alteró con el extra punt fallado por Gotkowski. Sin embargo, con el touchdown de James White -ausente hasta ese instante-, la carga resultó vital por varios motivos: primero porque generó un nuevo desgaste físico en la trinchera de Falcons, justamente, la peor en zona roja de toda la NFL; también porque Patriots se dio cuenta de que se podía descontar puntos; además recuperó a Blount luego del fumble y, por último, potenció a White hasta convertirlo en una figura clave y desequilibrante. En lo sucesivo, los receptores de Brady comenzaron a atrapar todo lo que el quarterback le lanzaba.

Al inicio del último cuarto, el marcador leía una diferencia de 19 puntos; demasiado para cualquier equipo. Patriots se arriesgó, pero cambió definitivamente de idea al avanzar con mayor facilidad que en los primeros períodos. Atlanta sabía perfectamente que adelante estaba Patriots, Belichick y Brady y, prácticamente sin darse cuenta, cedió el protagonismo del partido. Así, el temor a perder comenzó a jugar en la cabeza de todos. Con el miedo adentro, la confianza fracturada y una locomotora acercándose, aparecieron los errores, tanto individuales como colectivos.

Por su parte, New England mantuvo la frente alta y jamás lesionó su espíritu. Atrás quedaron el fumble de Blount, el pick-six de Brady, el punt de Gotkowski, el pase frustrado de Edelman, el intento de patada corta, las filtraciones de la defensa y las pésimas atrapadas de sus receptores. Todo parecía indicar que Patriots debía conformarse con el título de la AFC. Eran demasiadas fallas para un equipo que perdía por 25 puntos.

En los primeros 5 minutos, los Patriots anotaron un gol de campo, mientras la ofensiva de Ryan empezó a sentir la rudeza del esquema de Matt Patricia, el coordinador defensivo de Belichick. Esta unidad renació de sus cenizas y volvió a ser la número uno que ostentó durante la temporada. Ryan se incomodó y sufrió algunos golpes, pero siguió lanzando. Desde afuera del terreno, nadie le indicó al MVP de la temporada que si Falcons corría, podrían descontarle minutos al reloj.

Dont'a Hightower fue mentor de la jugada que cambió el desenlace del partido. Generó tal presión que Matt Ryan soltó el balón y Falcons perdió la posesión. Brady aprovechó el obsequio y lanzó para que White, Malcolm Mitchell y Danny Amendola atraparan todo. A casi 6 minutos del final, y con Amendola como héroe de una nueva avanzada, Pats anotó el touchdown y la conversión de 2 puntos. La diferencia era de 8 y lo que parecía improbable se estaba convirtiendo en realidad…

Estaban mano a mano. Como una definición por penales en fútbol, un último round en boxeo o un tie-break en tenis. Pesadilla y sueño se dirimían entre sí para invertir roles. Falcons tomó la posta nuevamente, jugando de la misma forma, sin tener un “plan B”. Atlanta tenía otra serie ofensiva, pero comenzó pésimamente por la lesión de Ryan Schraeder, uno de los principales miembros de la guardia pretoriana de Matt Ryan. Luego, Julio Jones tuvo la mejor atrapada –hasta ese instante- de todo el encuentro. La suerte cambiaba de bando constantemente y el dramatismo se apoderó de la escena para ofrecer un cierre apoteótico.

El avance de Falcons fue una calamidad porque sufrió con dos castigos consecutivos –producto de la tensión del momento- y entregó el balón, con 3:30 por jugar. Tiempo más que suficiente para el milagro. Y si hay un equipo en la NFL que es capaz de semejante hazaña, es Patriots. No hay otro.

La serie siguiente sería apoteótica. Y aquí el factor suerte jugó para New England. Y la necesitaba. Brady tiró pases a Chris Hogan y a Mitchell para avanzar hasta la yarda 36 del propio campo. En la siguiente acción, el mariscal fue en búsqueda de Edelman, pero el balón rebotó antes de llegar a destino y los dos defensivos cercanos olieron sangre; listos para morder a su presa. Derrumbándose al suelo, el número 11 de Patriots cazó la pelota en el aire y, antes del impacto, logró colocar un dedo de su mano para que los árbitros dieran por completado el pase de 23 yardas. La alícuota de la fortuna estuvo –nuevamente- al lado de Belichick y sus dirigidos.

El ánimo de los Patriots escaló hasta el tope máximo conocido y el envión no tendría obstáculos: touchdown de White y conversión de Amendola. 28-28, con 11 segundos en el cronómetro. Todo era irreal; como un cuento de fantasías. El primer Super Bowl definido en tiempo extra tenía que finalizar con Patriots coronado. Y así fue. Nuevamente surgió White -el hombre que mayor cantidad de recepciones registró en una finalísima- para culminar la historia con el balón en sus manos.

Explosión. Desde Houston hasta Boston, y todo el estado de Massachusetts. El quinto trofeo Vince Lombardi para New England se precipitó con una serie de hechos increíbles. El encuentro fue cambiante, bajo una meseta apuntalada en el tercer período, pero con un repunte conmovedor en el último cuarto.

Cuando el partido estaba 28-3, Falcons pretendía que el partido culminara en ese mismo instante. Careció de fortalezas, tanto para manejar estratégicamente el duelo, como para sostenerse erguido. Patriots aprovechó los momentos y jamás se rindió. No es un dato menor que Brady no tuvo al as de bastos por lesión –Rob Gronkowski- y le tuvo paciencia a sus receptores.

El campeón tiene una columna vertebral poderosa. Su dueño es un enérgico y decidido gerente. El equipo fue moldeado a la altura de Belichick, un entrenador que sabe manejar las situaciones desfavorables para convertirlas en exitosas. Y su líder es -posiblemente- el mejor quarterback de todos los tiempos.