Sentado en un café enfrente del Club Comunicaciones en el barrio de Villa del Parque, Hugo Ferreyra habla de su pasión por el fútbol americano. Nadie lo reconoce, ni siquiera el mozo que trae el café, aunque fue convocado en tres ocasiones a la selección argentina: los Halcones. Pocas veces sucede que un deportista que representa a su país pasa desapercibido. Messi, Di María y el Kun Agüero paseando por las calles de Nueva York como meros turistas, sería un ejemplo reciente de ello. Y precisamente de aquel país del norte proviene el deporte que ama Hugo. En la Capital Federal seis equipos comparten cancha y un interés singular por el «otro fútbol», cuyo vocabulario enrevesado convierte «nuestro fútbol» –conocido y practicado de forma ecuménica– en «soccer».
Hugo se empezó a interesar por el «otro fútbol» cuando veía los partidos de la NFL transmitidos los domingos por ESPN. Luego, un aviso en el flamante diario deportivo Olé, allá por el año 1998, le llamó la atención: se trataba de una convocatoria para formar una liga nacional de flag football (versión de fútbol americano sin contacto).
–Mandé una carta porque en esa época no había correo electrónico. Nunca me contestaron. Esa liga arrancó y yo le perdí el rastro por años. Recién en 2004 tomé contacto con la liga de Football Americano Argentina (http://faarg.com.ar/) que es la de tackle (de contacto) –dice Hugo, pronunciando palabras como «flag», muy ajenas al lunfardo que reina en estos cafés notoriamente porteños.
Al otro lado de la mesa Santiago Figueredo (@sefigue) asiente con la cabeza. En un país donde abundan periodistas en casi todas las ramas, él es el único conocido que se dedica a cubrir los pormenores del «otro fútbol». Dice que cuando un día aprovechó que trabajaba en el polideportivo de Radio Belgrano para anunciar los resultados de esos partidos entre equipos de nombres estrafalarios lo tildaron de «bicho raro». Hubo protestas por parte de la dirigencia para retirar ese segmento disonante, pero al final Santiago se salió con la suya.
–Se cagaban de risa –dice en referencia a sus jefes. Fue el primero, afirma, que los presentó con seriedad y no como «los locos que juegan a ese deporte raro de Estados Unidos».
En los albores del proyecto hubo momentos difíciles: a veces se reunían apenas cinco personas para entrenar en el Club Municipalidad de Vicente López (VILO), lugar donde originalmente practicaban el deporte antes de instalarse definitivamente en Comunicaciones, que vendría a ser una suerte de sede transitoria del fútbol americano en Argentina, carente de hogar permanente.
La primera temporada se llevó a cabo en el año 2005 con tan sólo cuatro equipos: Osos Polares, Tiburones, Cruzados y Jabalíes. Luego se sumaron Corsarios (el actual campeón) y Legionarios. Además, hay tres equipos juveniles que agrupan alrededor de 50 chicos entre 15 y 19 años.
Hugo cuenta que la mayor rivalidad es entre los equipos fundadores: Osos Polares, donde jugó toda su carrera hasta retirarse en 2011 para después convertirse en técnico del mismo conjunto, y Tiburones. Aclara, sin embargo, que «son los dos equipos que mejor se llevan fuera de la cancha» y que comparten muchas cosas ya que su relación se remonta a hace una década. «Una rivalidad sin encono», explica con una sonrisa.
La temporada comienza en julio y termina en octubre. Todos los equipos se enfrentan dos veces con los mejores cuatro clasificando a un play-off. El primero juega contra el cuarto y el segundo contra el tercero. Y los ganadores juegan porel Tazón Austral en la final.
El deporte creció poco desde sus inicios, pero avanza a duras penas, con denuedo, y todo se hace «a pulmón». En Córdoba hay otra liga, de tres equipos de mayores con la intención de crear una categoría de juveniles. Comenzaron un par de años después de sus compañeros porteños. Todos los años se juega un partido de ida y vuelta entre los Halcones y un seleccionado cordobés, los Águilas, compitiendo por el Tazón del Centro.
En cuanto al resto del país, en Rosario hay una liga de flag football de hace muchos años, y según Santiago «ahora piensan jugar equipados». En Entre Ríos, Mendoza y Bahía Blanca existen emprendimientos incipientes. Apoyo por parte del gobierno es imposible dicen Hugo y Santiago, quienes se abstienen de lanzar los típicos vituperios que se escuchan cuando de ausencia gubernamental se trata.
–El gobierno nos dijo que no nos podía ayudar porque no tenemos representación nacional, lo cual es lógico, porque sólo tenemos influencia en la Capital –dice Hugo–. Si queremos tener el reconocimiento como Asociación Deportiva necesitamos tener ligas en distintas provincias. Nosotros somos una Asociación Civil, tenemos identidad jurídica pero la Secretaría de Deportes te pide requerimientos para ser una asociación deportiva. Todavía no está tan difundido el deporte.
En Uruguay –otro país dominado por «nuestro fútbol»– cinco equipos de mayores y dos de juveniles practican el fútbol americano. Y es precisamente este país vecino el único rival de la Argentina a nivel de selecciones: se ven las caras una vez por año, en el mes de diciembre, y compiten por el Silver Bowl,trofeo bautizado de esa manera gracias al Río de la Plata que separa a ambos países.
Además de ese compromiso anual, Halcones se midieron con Pacific University Boxers, un equipo universitario de Oregon, Estados Unidos, el pasado 25 de mayo. «Perdimos por paliza», cuenta Hugo. El resultado final fue un contundente 49 a 0. «Aprendés un montón de enfrentar a alguien que es 10 veces mejor que vos, sin ser el mejor de su país. Los que vinieron son equipos de medio pelo, de la tercera división». El otro equipo que visitó Buenos Aires como parte de una gira fue los Stags de Claremount McKenna College, California, en mayo de 2010. El resultado fue igual al de este año: 49 a 0.
–El fútbol americano universitario allá es lo que sería acá el Torneo Inicial de fútbol acá y la NFL sería la Champions League –cuenta Santiago, resaltando la brecha abismal que separa a los seis equipos que entrenan dos veces por semana en los bosques de Palermo de aquellos que prácticamente nacen con una pelota ovoide en las manos y paralizan pueblos enteros cuando juegan.
–Nosotros estamos afiliados a la Federación Internacional de Fútbol Americano (IFAF) que es como la FIFA del fútbol americano que engloba a 62 países. Se ha hablado de hacer una fase clasificatoria sudamericana para el mundial, pero el único país que puede enfrentar eso económicamente es Brasil.
En rigor, no es factible presentarse en un mundial, no sólo por falta de experiencia sino por los escasos recursos económicos con que cuenta la FAA y el ineludible compromiso laboral de los jugadores (son amateurs, por lo cual no podrían faltar un mes al trabajo para participar de un torneo de esa envergadura).
Al conversar con dos fanáticos del fútbol americano como Hugo y Santiago, uno toma consciencia del peso que tiene en todo el mundo. En Uruguay, Brasil, Chile y Colombia existen ligas parecidas a la que tenemos en Argentina y en Paraguay hay un emprendimiento nuevo. Se juega también en casi todos los países del Caribe y Centroamérica. Norte América posee tres de las cinco potencias mundiales en México, Canadá y Estados Unidos. Las otras dos potencias son Japón y Alemania.
–No nos interesa el tema del mundial, ni siquiera jugar un sudamericano, porque estamos muy lejos de eso. En las redes sociales estamos bastante actualizados con respecto a otros deportes, pero en lo que se refiere al desarrollo estamos en el siglo XIX todavía –sostiene Hugo.
Un ejemplo de esta paradoja de atraso estructural que convive con las nuevas tecnologías es la prueba de streaming (transmisión en vivo por Internet) que realizaron el año pasado. «La calidad no era muy buena pero pudimos transmitir el partido con Córdoba y los cordobeses encantados viéndolo por Internet», dice Hugo.
La indumentaria tampoco se consigue en la Argentina y, por lo tanto, todo se tiene que comprar por Internet, importándolo del exterior desde pelotas hasta cascos y calzas, aquella prenda ajustada que desentona en el Club Comunicaciones y que tantas burlas ajenas provoca. Hugo y Santiago se ríen también, conformes con el apelativo «bicho raro» que les atribuyen los de «nuestro fútbol» o «soccer» como dicen algunos por el barrio.
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