Hay
que olvidarse de los números registrados en la temporada regular. Packers,
Steelers, Falcons y Patriots mutaron hasta convertirse en aspirantes al Super
Bowl. Los cuatro equipos tienen argumentos de sobra para viajar a Houston el 5
de febrero.
El caso de Green Bay es curioso: en las
primeras once fechas, ganaron 4 partidos y perdieron 6. Inmediatamente, Packers
arrasó con sus rivales con un Aaron Rodgers excelso y determinante. Deshacerse
del backfield integrado por James Starks y Eddie Lacy fue una sabia decisión,
ya que anclaba el potencial de otros miembros del equipo, como Ty Montgomery y
Devante Adams. La presencia del receptor devenido a corredor, más el regreso de
Jared Cook, le bastaron a Mike McCarthy para hacer sentir bien al líder. Ambos
jugadores, inclinados a moverse por el centro del terreno y con versatilidad
para el juego terrestre, multiplicaron las opciones de Rodgers y agigantaron el
ataque de Green Bay. En playoff, la ausencia de Jordy Nelson no fue motivo de
resentimiento y Randall Cobb atrapó todo lo que le lanzaron. En el aspecto
defensivo, y luego del desastre de Washington, Packers tuvo un notable alivio
ante tres rivales que no le anotaron más de 13 puntos cada uno.
Por el lado de Atlanta, lo que
mejoró considerablemente es la defensiva. Durante los primeros 10 partidos,
esta unidad permitía un promedio de 28,3 unidades por juego, mientras que en
los últimos 6 encuentros le anotaron una cifra mucho menor: 20,5. Esta
tendencia se confirmó ante Seattle, en la ronda divisional, cuando Falcons ganó
36-20 y mantuvo la media de puntos. El rendimiento de Vic Beasley fue elemental
para que la defensa sea belicosa, gracias a sus capturas de mariscal. En la faz
ofensiva, los conducidos por Dan Quinn mantuvieron el poderío demostrado
durante el año y continuaron implacables frente a una de las mejores defensas
de la NFL. A
Seahawks le fue prácticamente imposible llegar a Matt Ryan porque el
quarterback está perfectamente protegido. La línea ofensiva es una de las
claves de Atlanta para combinar sus avances por aire, cuidando de manera
pretoriana al quarterback, y por tierra, generando rutas para la topadora Devonta
Freeman.
Desde la Conferencia Americana
emergen dos potencias para las finales: New England Patriots y Pittsburgh
Steelers. Estas franquicias también modificaron sus performances durante la
temporada. Patriots es el equipo modelo de la década y cuenta con el mejor
quarterback de la NFL. Bill
Belichick supo rearmar el ataque por la baja de Rob Gronkowski con un diseño de
receptores geniales como Edelman, Amendola, Hogan y Bennett. Sin embargo, el
plus de este año fue la conformación de un backfield mejorado, gracias al
desempeño de LeGarrete Blount, quien acumuló 1.161 yardas y 18
touchdowns. No siempre Patriots contó con un corredor “opción A” y, para colmo,
con el regreso de Dion Lewis en los últimos partidos, reforzó el juego
terrestre. Del mismo modo, la defensa de New England creció considerablemente hasta
transformarse en la que menos puntos recibió.
Por último, Steelers mantuvo en
altísimo nivel a su “monstruo de tres cabezas”, integrado por Roethlisberger,
Antonio Brown y Le´Veon Bell. Esta unidad de ataque es capaz de doblegar a
cualquier defensa, producto del potencial individual y colectivo. Al inicio de
la temporada, el punto flaco de Steelers era su defensiva, pero la secundaria
creció notoriamente desde el retorno de Dub Dupree en la semana 11. Además, la presencia del veterano James Harrison, quien no
ostenta los números de antaño, contagia desde su espíritu y brinda una entrega
incuestionable. La agresividad demostrada por los frontales y la agilidad de
sus linebackers está obstruyendo a quienes intentaron quebrar a la nueva
“cortina de acero”. Hasta la semana 10, Pittsburgh permitía un promedio de 23
puntos, mientras que en las últimas 7 fechas, el número bajó a 17 unidades.
Por lo visto, cada equipo cuenta con
diferentes dispositivos, tanto de ataque como de defensa, pero todos ajustaron
algún detalle para mejorar. Hoy en día, y a pocas horas de las Finales de
Conferencia, los cuatro aspirantes al Super Bowl lucen renovados. Las modificaciones
que cada cuerpo de entrenadores dispuso, sirvieron para pulir errores, cambiar
jugadores, rotar posiciones o implementar nuevas estrategias. Todos lograron
equilibrar sus perfiles para llegar a esta instancia definitiva.