Patriots y Jaguars definirán el título de la Conferencia Americana,
mientras que Eagles y Vikings lucharán por el campeonato de la Conferencia
Nacional. La presencia de Tom Brady es duda por una lesión y Brian Hoyer
calienta motores. Las historias que rodean a los cuatro quarterbcks son el
epicentro de las finales. Los ganadores, serán protagonistas del Super Bowl.
Patriots contra quien venga. Así se resuelve la Conferencia Americana en
estas últimas décadas porque New England disputó 12 de las últimas 17 finales,
con 7 títulos a su favor. El dato es apabullante, sobre todo porque desde 2001
–año del debut de Tom Brady en la NFL- el otro equipo con más finales de la AFC
es Pittsburgh Steelers, con 6 partidos definitorios jugados.
Con semejante jerarquía, Patriots se transformó en el equipo más ganador
del nuevo siglo al apoderarse de 5 Super Bowl. La fórmula es la de siempre: las
decisiones de un dueño tenaz, más el trabajo de un entrenador en jefe
meticuloso, multiplicado por el empuje del mejor quarterback de la
actualidad.
La temporada 2017 fue bastante cómoda para New England, pero culminó diciembre
con una serie de rumores sobre supuestas disputas que rozan a Tom Brady: el
entrometimiento de su entrenador personal, el traspaso de Jimmy Garoppolo a
49ers. y los posibles cruces entre Robert Kraft –dueño-, Bill Bellichick y el
plantel. Nada de eso se notó la semana pasada, cuando Pats destrozó a Tennessee
Titans con un contundente 35-14.
Ahora, con Jaguars en la mira, una amenaza real surgió en el
entrenamiento semanal cuando un compañero del quarterback chocó contra su mano
derecha, generando dudas respecto a la participación de TB12 en la final del
domingo. Inmediatamente, todos recordamos el sorpresivo traspaso de Jimmy Garoppolo
a San Francisco, ya que el joven mariscal se perfilaba –en un futuro no muy
próximo- como el sucesor del veterano líder.
Si Brady no llegase a jugar, Brian Hoyer –con 1 solo partido de playoff en su carrera- se encargará de iniciar la ofensiva de Patriots, algo peligrosísimo para la franquicia dominante. De ocurrir, la dureza de Jaguars imprimiría una fiereza desmedida hacia el líder suplente, sobre todo porque su defensiva se especializa en capturar mariscales y en contrarrestar el juego aéreo rival.
Así lo demostró ante Pittsburgh Steelers, el más encumbrado candidato de
la conferencia americana, por contar con un trío temible en su estructura
ofensiva. Jacksonville se encargó –durante 3 de los cuatro períodos- de
humillar a Ben Roethlisberger y compañía. El resultado de tres puntos fue
mentiroso porque -con el cansancio y el nerviosismo de un equipo que no está
acostumbrado a estas instancias- “Sacksonville” mantuvo a raya al poderoso
ataque de Steelers en su propio estadio.
Jaguars -que disputará su 3° final divisional- pisó los playoff tras una
década ausente, conquistando por primera vez su división. Obtuvo resultados
rápidamente, basando su juego en la sólida estructura defensiva y en el ataque
por tierra, gracias a la influencia del “viejo zorro” Tom Coughlin, ganador de
2 Super Bowl en Giants. La trinchera se armó de entrada –con la llegada de Calais
Campbell, A.J. Bouye y Barry Church- y nadie la superó desde el aire,
consolidándose como la mejor en toda la liga.
La carta de ataque es el novato corredor Leonard Fournette; máximo
responsable del premio al mejor ataque terrestre de la NFL y quien demolió a la
defensiva de Steelers hace una semana. No obstante, los reclamos –y las
urgencias- ofensivas apuntaban al liderazgo, es decir a Blake Bortles. Bajo sus
erráticos envíos, el ataque aéreo nunca despegó porque el QB se sentía más seguro
corriendo con el balón, como sucedió en el duelo de wild card ante Bills. Por
suerte, Bortles tuvo un partido aceptable en la previa de la final, ya que supo
resolver y conducir al equipo en la ronda divisional, causándole daños a
Pittsburgh durante la segunda mitad del pleito. Podríamos decir que se recibió
de quarterback a tiempo…
Volviendo a Patriots, su arribo a postemporada siempre es bastante
cómodo: los rivales divisionales nunca están a la altura y eso le garantiza una
buena cantidad de triunfos. Sin embargo, la estructura de la franquicia, la
mentalidad de sus conductores y el talento del plantel están por encima de
muchos competidores. Saber a qué jugar, no cambiar entrenadores y contar con un
“plan B” es parte del orgullo y de la disciplina “Patriota”. Y eso no lo tiene
cualquier equipo…
El perfil deportivo de New England es el mismo todos los años: predomina
el juego aéreo, el ataque terrestre se utiliza como alternativa y la defensiva sufre
con los pases rivales, aunque eleva el rendimiento de la trinchera en
postemporada. Los encuentros entre Tom Brady y Rob Gronkowski son el arma más
letal. En 2017, la incorporación de Brandin Cook le quitó dramatismo a la pérdida
de Julian Edelman. Con Chris Hogan -ya recuperado- y Danny Amendola, el cuerpo
de receptores luce casi intacto.
Ante Titans, Belichick forjó una estrategia diferente pensando justamente
en Jaguars. ¿Por qué? La defensiva de Jacksonville es impresionante, pero no es
perfecta contra los acarreos. Así, el entrenador en jefe de Pats, les dio
protagonismo a los corredores: a Dion Lewis lo utilizó como runningback
principal y a James White como receptor alternativo. La defensa de Tennessee se
vio sobrepasada.
Con la edad de Brady –y ahora con la dolencia en su muñeca- la regla
matemática entre lo que pueda lanzar el quarterback y el volumen de juego
terrestre sufrirá modificaciones. En su etapa de plenitud, el mariscal no
necesitaba el apoyo desde el backfield, pero ahora –con 40 años- la situación
es diferente.
Por último, queda un recuadro para la defensiva de New England. Siempre
criticada por la cantidad de yardas que pierden durante el año, esta unidad no
es para nada mediocre. Aunque comenzó ofreciendo papelones -sobre todo por el
fracaso de Stephon Gilmore, la incertidumbre que generó Malcolm Butler con su
contrato y la lesión de Dont'a Hightower- la defensa de Pats es una de las que
menos puntos permitió. Además, Belichick llevó a James Harrison desde Steelers
para influenciar a su secundaria golpeada.
En definitiva, la final de la AFC ofrecerá un espectáculo con
condimentos irrepetibles, ya sean deportivos, históricos o estadísticos. El Gillette
Stadium de Foxborough estará plagado de talentos, desparramados –sobre todo- en
el ataque en Patriots y en la defensiva de Jaguars.
Los suplentes al poder. Las historias que comparten los quarterbacks
de Eagles y de Vikings son increíbles. En 2015, Rams envió a Sam Bradford a
Eagles a cambio de Nick Foles, quien perdió el puesto con Case Keenum a mitad
de temporada. En el draft siguiente (2016), Rams seleccionó a Jared Goff y
Eagles a Carson Wentz. Durante aquella campaña, Eagles envió a Bradford a
Vikings, mientras que -en Rams- Keenum perdía el puesto con Goff. Ya en 2017,
el relegado Keenum se muda a Minnesota, pero asume la titularidad cuando se
lesiona Bradford. Estos movimientos tendrían otra vuelta de tuerca en el actual
certamen cuando Foles regresa a Philadelphia. Increíblemente, Wentz también
sufre una lesión que lo margina de los playoffs y Foles es quien toma los
controles. En síntesis, Case Keenum y Nick Foles, ex compañeros en Rams -y
suplentes al inicio de la temporada-, disputarán la final de la NFC.
Ambos líderes llegaron a los playoffs con las incógnitas lógicas que
arrastran los mariscales de campo sin experiencias en postemporada. Más allá de
haber transitado por varios equipos, Keenum y Foles se insertaron en unidades
que –hasta el comienzo de la temporada- aún no estaban ensambladas. Se esperaba
que la defensiva de Minnesota fuera sólida, pero el ataque era una sorpresa
porque este equipo dependió -durante varios años- del poder rasante de Adrian
Peterson.
En Philadelphia, las dudas eran bienvenidas cada año porque esta
franquicia se caracterizó permanentemente por utilizar una misma receta: borrón
y cuenta nueva. Incluso probó con Chip Kelly para buscar un golpe de efecto que
jamás funcionó. Con la llegada del ex coordinador ofensivo de Chiefs, Doug
Peterson, se acabaron los arrebatos de la agencia libre y las certezas
emergieron mágicamente.
La elección de Carson Wentz y su inmediata titularidad en 2016 fueron
los primeros aciertos. El juego combinado, la velocidad de sus piernas y la
frialdad en los pases, le aportaron versatilidad a un ataque que necesitaba justamente
esas cualidades. ¿Por qué? Philadelphia llevó a LeGarrette Blount y sumó a Jay
Ajayi al backfield. Con los movimientos del líder, ambos runningbacks aportarían
distracciones, posibilidades de pases, bloqueos y corridas difíciles de
anticipar. Pero la lesión de Wentz colocó al equipo en una posición
desfavorable.
Ante Falcons, se encontró con un grupo rígido, aunque fue incapaz de dar
el golpe porque la defensiva de Philadelphia dio una clase de football. Malcolm
Jenkins y Fletcher Cox resultaron imparables y contagiaron al resto. No
obstante, una señal de alarma se encendió con los balones sueltos (4) y -al
igual que en diciembre- este tema continúa preocupando a los entrenadores.
Minnesota no perdonará este tipo de errores.
Más allá del estresante final, Eagles demostró solvencia y sus creyentes
mantienen altas las expectativas porque Nick Foles cumplió aceptablemente su
rol. El quarterback no tiene la elasticidad de Wentz y es más pasador. Cuenta con
Zach Ertz, Alshon Jeffery y Nelson Algholor para atrapar sus principales
envíos. Recordemos que Philadelphia fue el tercer equipo en anotar más puntos,
el 13° en yardas aéreas y 3° en acarreos. Contundencia sobra.
La formidable estructura defensiva de Minnesota estará pendiente de
Foles. Posiblemente, consideren que el sistema de ataque terrestre de Eagles
sea similar al de Saints y que supieron anular perfectamente la semana pasada.
Alvin Kamara y Mark Ingram apenas sumaron 68 yardas entre los dos.
En tanto, Blount y Ajayi acumularon solo 73 yardas contra Atlanta.
No obstante, esas yardas sirvieron para anotar puntos y, por lo tanto, para dar
vuelta la historia.
En consecuencia, será la secundaria de Vikings la que tendrá el máximo
desafío para tratar de anticipar las acciones de ataque rivales. Sin embargo,
esta defensa es el pilar de un equipo que viene armándose desde hace años,
repitiendo formaciones y ajustando llaves hasta lograr cierta perfección
mecánica.
Por otra parte, la ofensiva se adaptó a las lesiones de sus dos
quarterbacks principales. La salida de Teddy Bridgewater fue beneficiosa ante
el retorno de Sam Bradford, quien entendía perfectamente cómo había que actuar:
repartiendo las jugadas terrestres, pasando cuando surgían huecos visibles y
cuidando el balón ante las amenazas. Pero Bradford también se lesionó y un
tercer mariscal de campo emergió para continuar con su legado. Kase Keenum -que
hasta ese momento había deambulado sin lucirse en Houston y en Rams- condujo a
la ofensiva de Minnesota sin fisuras.
El QB estuvo bien rodeado y también contó con Adam Thielen, un monstruo de
receptor que sumó 1.276
yardas . Junto a Stefon Diggs y a Kyle Rudolph conforman
una unidad de primer nivel. Aunque el factor clave fue el backfield de Latavius
Murray y –sobre todo- Jerick McKinnon, quien sumó casi 1.000 yardas entre
pases y acarreos. Los nuevos corredores marean a las defensivas porque cumplen
funciones más agresivas al transformarse en receptores. Invariablemente, el
desafío defensivo de de Philadelphia deberá basarse en detener el juego aéreo,
donde flaquearon en varios partidos de cierre de temporada.
Las dudas que surgieron alrededor de Keenum antes de la ronda
divisional, se olvidaron rápidamente contra New Orleans, sobre todo tras esa
milagrosa atrapada de Stefon Diggs, que recorrió el mundo entero. Más allá de
los condimentos, se espera un duelo bastante cerrado en el Lincoln Financial
Field. A pesar de que estos equipos cuentan con defensivas poderosas, ambos
dejaron dudas y ganaron sus partidos previos con algunas reservas.
Minnesota jugó 8 finales y ganó 3 títulos –sin obtener aún Super Bowls-,
mientras que Philadelphia se coronó en 2 de 6 finales de conferencia.