Cuando llegan las instancias previas a cada Super Bowl y me consultan sobre
cuál equipo considero favorito para la gran final de la NFL, advierto que es
una pregunta sencilla, aunque difícil de responder. Hay una lucha constante entre
presentimientos, deseos y reflexiones que son abrumados por las estadísticas. Muchas
veces los números nos terminan enroscando y olvidamos que las acciones
individuales –sean aciertos o errores- pueden determinar el curso de un partido.
Por lo tanto, hay que encontrar cierto equilibrio con la lectura estadística y estar predispuesto a lo
que puedan forjar los talentosos en
el terreno; sin olvidarnos del momento que
atraviesa cada equipo.
Por eso suelo aferrarme exclusivamente a dos aspectos prioritarios: los quarterbacks y las defensivas. Partiendo
que el football intercala unidades
defensivas y ofensivas -además de los equipos especiales para las patadas- y en
relación a aquellos dos factores para el análisis, me voy a detener en lo que
imagino será la clave del encuentro:
la defensa de San Francisco 49ers. contra el quarterback de Kansas City Chiefs, los dos puntos más altos de cada
equipo. En principio, la balanza luce estabilizada, pero en esa lucha solo uno
prevalecerá.
Ahora, si invierto los roles, la pelea entre el mariscal de campo de 49ers.
y la defensiva de Chiefs es una disputa menor porque el ataque de San Francisco
no depende de Jimmy Garoppolo, sino de sus implacables corredores. El ex
quarterback reserva de Tom Brady creció muchísimo desde su llegada al norte de
California, aunque todavía no demostró si está en condiciones de cargarse un
partido al hombro o de arriesgar más de la cuenta porque –generalmente- Garoppolo
tira pases a objetivos seguros. Indudablemente, este perfil de lanzador es
suficiente para su entrenador Kyle Shanahan porque confía más en las
condiciones de sus potentes runningbacks
–Tevin Coleman (lesionado), Raheem Mostert y Matt Breida- que en su pasador.
San Francisco es un equipo que responde más por solidaridad, que prioriza
los objetivos colectivos y deja en segundo plano los logros particulares. Es
tan fuerte el espíritu de conjunto que muchas veces disimula el talento
individual. Cuando Shanahan arribó en 2017 -tras coordinar la ofensiva del
Atlanta Falcons que perdió el Super Bowl de ese año ante Patriots- notó que el
plantel estaba decaído y desorientado. El head
coach comenzó por lo práctico y recurrió a una vieja receta que no falla
ante una crisis: correr y defender.
Regresemos al punto clave. San Francisco y Kansas City son tan poderosos
como distintos. Ambos son capaces de dar vuelta resultados y se reponen
rápidamente de las desventajas. El trayecto de 49ers. fue escalonado -hasta diría
que perfectamente planeado- y arribará a Miami en su mejor condición. En tanto,
Chiefs comenzó alternando buenas y malas, modificando sobre la marcha algunas
consistencias e inclinando su estilo acorde al camino que iba transitando.
Recién el playoffs se consagró como candidato gracias al brazo y a la osadía de
su desequilibrante mariscal de campo, Patrick Mahomes.
Con Mahomes (24) Chiefs explotó el ataque aéreo desde el año pasado, brillando
con pases increíbles a sus excelentes receptores –Travis Kelce, Tyreek Hill y Sammy Watkins-, y asumiendo
decisiones arriesgadas. Es un líder nato, con mentalidad ganadora. Un hombre
récord que no le teme a la adversidad y que tampoco mide los peligros porque él
los transforma en objetivos realizables. Es un verdadero show de lanzamientos
rápidos y enérgicos -muchos de ellos incorporados del béisbol que él practicaba- y más aún cuando cambia las órdenes del libreto. Indudablemente,
Mahomes es la punta de lanza del ataque y un futuro jugador de elite. En
definitiva, el factor quarterback es
para Chiefs.
Sin embargo, Kansas City depende demasiado del joven mariscal de campo que tendrá
en frente a la defensiva más despiadada de la NFL, reforzada con algunos
veteranos como Richard Sherman y Dee Ford –ex Chiefs- y mejorada con jóvenes
talentos como los novatos Nick Bosa –prácticamente un MVP-, Fred Warner y Dre
Greenlaw. No obstante, la efectividad de los pass rusher aumenta cuando Arik Armstead está en el campo, pero también ha sido capaz de detener a los corredores rivales. Así, San Francisco paralizó en postemporada tanto a Aaron Rodgers –mariscal de
Packers- como a Dalvin Cook –corredor de Vikings- demostrando que puede imponerse a los ataques aéreos y a los terrestres. Indudablemente, es el dispositivo
más determinante del equipo.
¿Quién prevalecerá? ¿Mahomes o la defensa de 49ers? Ante las dudas
iniciales, me aferro a una frase archiconocida en el fútbol americano: “la ofensiva gana partidos, pero la defensiva
logra campeonatos”. Y los números no solo respaldan la tesis, sino que
también demuestran cómo los equipos con protecciones poderosas se imponen sobre
los mejores ataques de la liga. Así ocurrió en los Super Bowls 2014, 2016, 2017
y 2018, donde las defensivas dominantes facilitaron la obtención de los títulos
de Seahawks (XLVIII), Broncos (L), Patriots (LI) y Eagles (LII). Del mismo
modo, podría viajar en el tiempo para rememorar los campeonatos de Steelers
(2006 y 2009), de Ravens (2001), Rams (2000) o Buccaneers (2003), basados en dicha
autoridad.
En consecuencia, entiendo que la defensiva de 49ers. presionará a Mahomes
con sus pass-rushers para obligarlo a
lanzar apresuradamente y forzarlo a cometer algún error. Aquí el talento será
tan importante como lo estratégico, la concentración deberá prevalecer sobre el
entusiasmo y un mínimo detalle podría definir el juego.