¿Herencia o evolución?
Imagen: clutchpoints |
Indudablemente, será un partido
histórico, pero ustedes se preguntarán si acaso todos los superbowls no son
históricos… Y tienen razón. Sin embargo, estoy convencido que este partido
entre Chiefs y Buccaneers es algo más que un duelo definitivo: vislumbro el
cambio de era, un punto de contacto sublime entre dos especies, quizás, ese espacio
invisible entre el dedo de Adán y el de Dios, que tanto hemos observado en el célebre
fresco de Miguel Ángel. Se trata de un encuentro generacional y, posiblemente,
sea el reflejo de una carrera de relevos, donde Tom Brady le entregue a Patrick
Mahomes el preciado “testigo”, que no está encarnado por una barra cilíndrica,
sino por el legado mismo de un deporte que nade tiene que ver con el atletismo.
Estos dos quarterbacks interpretan,
por un lado, al pasado que aún conserva la vigencia suficiente para competir en
la elite de la NFL y, por el otro, al futuro indomable que viene rodando hace
algunas temporadas atrás. Y si bien es injusto reducir una liga entera a
únicamente dos jugadores, considero oportuno achicar la lupa hacia ellos por todo
lo que representan, no solo por la cuestión generacional, sino en base a cómo
desplegaron sus talentos y forjaron sus estilos. De hecho, Mahomes y Brady no
dirimen nada entre sí porque no existen contrapuntos más allá del antagonismo
de los equipos que patrocinan. ¿Cómo es esto? Es simple: uno es la evolución del otro, pero sin nombres propios...
Hasta hace algunas décadas, los
quarterbacks podían catalogarse entre lanzadores o corredores. Luego, emergió
una estirpe que intentó combinar ambas características, pero casi siempre una
cualidad terminaba eclipsando a la otra. Era difícil encontrar el equilibrio,
salvo algunas excepciones. Sin embargo, recientemente, aparecieron jóvenes
mariscales que están preparados tanto para lanzar como para correr, y donde la
decisión de ir por tierra ya no es una variable de emergencia o la opción de
utilizar una jugada de engaño, sino que puede planificarse en virtud del perfeccionamiento
concluyente de un arma con doble filo.
Lo que hoy distinguimos en Patrick
Mahomes, Josh Allen, Lamar Jackson, Deshaun Watson, Kyler Murray o Daniel Jones
fue anticipado hace una década atrás por Cam Newton y Russell Wilson. Y mucho
antes por otros jugadores más propensos a correr, como Michael Vick, Donovan
McNabb, Steve Young o Steve McNair. Probablemente, el eslabón perdido sea Wilson
porque el hombre de Seahawks entendió que los atributos atléticos eran innatos
y que los relativos al juego aéreo requerían trabajo, disciplina y estudio.
Por el momento, la “vieja guardia” se mantiene en el centro del escenario y aún brillan luces para algunos líderes tradicionalmente lanzadores: Tom Brady, Drew Brees, Aaron Rodgers -que utiliza muy bien las extremidades ante el asedio- demostraron su vigencia en la postemporada, aunque algunos de ellos estén cerca del retiro. Los mariscales de campo ya no pueden permitirse ciertas libertades, por eso, mantenerse y mejorar el estado atlético es trascendental para subsistir. Si bien Brady, Brees -y hasta Philip Rivers- no son jugadores dotados de cualidades para acarrear el balón, ellos supieron alinearse físicamente ante el paso del tiempo. Ciertamente, el mariscal de campo de Buccaneers jugará su décimo Super Bowl con 43 años, gracias a un método de entrenamiento que incluye cuidados personales, físicos, psicológicos y alimentarios.
Todos esos veteranos también
fueron el reflejo donde se moldó la actual camada que se ve representada en
Mahomes y que se forjó admirando a Wilson. La teoría del doble espejo podría
ser una de las explicaciones del proceso actual. Más de una vez, los
quarterbacks que idolatraban a Michael Vick se preguntaban “¿y por qué no?”. Posiblemente
porque observaban a un único modelo. Y lo mismo sucedería a la inversa.
Veteranos y lanzadores, jóvenes o
corredores, ya no serían estándares para los diferentes prototipos de
quarterbacks en una NFL tan dinámica y que evidencia un juego con tiempos de
resolución mucho menores. Justamente, una de las virtudes de Mahomes es el estiramiento
máximo del tiempo para poder lanzar ante los acechadores de la defensiva rival.
Allí, los pass-rusher son de igual modo cada vez más ágiles y veloces. Es por
eso que, a través de los años, el tiempo fue ganándole la pulseada al espacio.
Lo que hasta hace poco eran contrapuntos,
estilos diferentes o modelos opuestos, hoy debe ser pensado como la convergencia entre dos estirpes de
quarterbacks. Aunque el choque entre Brady y Mahomes sea planteado como un
duelo generacional, deberíamos pensar que estamos ante otro proceso evolutivo. La
entrega de aquel “testimonio” o “posta” representa mucho más que el paso de “la
era Brady” a “la época Mahomes”: es el legado identificado con el progreso de
la especie.
El quarterback del futuro llegó antes de lo pensado.
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