Super Bowl LV: mucho más que un legado generacional

¿Herencia o evolución?

Imagen: clutchpoints
Esta nota será diferente respecto a las previas de otros años. Distinta tal vez porque fue trazada desde una sensación: un conjunto de impresiones que fui madurando en los últimos días y que se entremezclan con los datos y las estadísticas, con las proyecciones, las estrategias probables, los talentos de los jugadores, las ideas de los coachs, los perfiles de cada unidad o cualquier hipótesis que surja desde el razonamiento. Los números no formarán parte de las líneas siguientes porque este Super Bowl nos introducirá en un umbral donde el tiempo y el espacio simbolizan mucho más que una final.

Indudablemente, será un partido histórico, pero ustedes se preguntarán si acaso todos los superbowls no son históricos… Y tienen razón. Sin embargo, estoy convencido que este partido entre Chiefs y Buccaneers es algo más que un duelo definitivo: vislumbro el cambio de era, un punto de contacto sublime entre dos especies, quizás, ese espacio invisible entre el dedo de Adán y el de Dios, que tanto hemos observado en el célebre fresco de Miguel Ángel. Se trata de un encuentro generacional y, posiblemente, sea el reflejo de una carrera de relevos, donde Tom Brady le entregue a Patrick Mahomes el preciado “testigo”, que no está encarnado por una barra cilíndrica, sino por el legado mismo de un deporte que nade tiene que ver con el atletismo.

Estos dos quarterbacks interpretan, por un lado, al pasado que aún conserva la vigencia suficiente para competir en la elite de la NFL y, por el otro, al futuro indomable que viene rodando hace algunas temporadas atrás. Y si bien es injusto reducir una liga entera a únicamente dos jugadores, considero oportuno achicar la lupa hacia ellos por todo lo que representan, no solo por la cuestión generacional, sino en base a cómo desplegaron sus talentos y forjaron sus estilos. De hecho, Mahomes y Brady no dirimen nada entre sí porque no existen contrapuntos más allá del antagonismo de los equipos que patrocinan. ¿Cómo es esto? Es simple: uno es la evolución del otro, pero sin nombres propios...

Hasta hace algunas décadas, los quarterbacks podían catalogarse entre lanzadores o corredores. Luego, emergió una estirpe que intentó combinar ambas características, pero casi siempre una cualidad terminaba eclipsando a la otra. Era difícil encontrar el equilibrio, salvo algunas excepciones. Sin embargo, recientemente, aparecieron jóvenes mariscales que están preparados tanto para lanzar como para correr, y donde la decisión de ir por tierra ya no es una variable de emergencia o la opción de utilizar una jugada de engaño, sino que puede planificarse en virtud del perfeccionamiento concluyente de un arma con doble filo.

Lo que hoy distinguimos en Patrick Mahomes, Josh Allen, Lamar Jackson, Deshaun Watson, Kyler Murray o Daniel Jones fue anticipado hace una década atrás por Cam Newton y Russell Wilson. Y mucho antes por otros jugadores más propensos a correr, como Michael Vick, Donovan McNabb, Steve Young o Steve McNair. Probablemente, el eslabón perdido sea Wilson porque el hombre de Seahawks entendió que los atributos atléticos eran innatos y que los relativos al juego aéreo requerían trabajo, disciplina y estudio.

Por el momento, la “vieja guardia” se mantiene en el centro del escenario y aún brillan luces para algunos líderes tradicionalmente lanzadores: Tom Brady, Drew Brees, Aaron Rodgers -que utiliza muy bien las extremidades ante el asedio- demostraron su vigencia en la postemporada, aunque algunos de ellos estén cerca del retiro. Los mariscales de campo ya no pueden permitirse ciertas libertades, por eso, mantenerse y mejorar el estado atlético es trascendental para subsistir. Si bien Brady, Brees -y hasta Philip Rivers- no son jugadores dotados de cualidades para acarrear el balón, ellos supieron alinearse físicamente ante el paso del tiempo. Ciertamente, el mariscal de campo de Buccaneers jugará su décimo Super Bowl con 43 años, gracias a un método de entrenamiento que incluye cuidados personales, físicos, psicológicos y alimentarios.

Todos esos veteranos también fueron el reflejo donde se moldó la actual camada que se ve representada en Mahomes y que se forjó admirando a Wilson. La teoría del doble espejo podría ser una de las explicaciones del proceso actual. Más de una vez, los quarterbacks que idolatraban a Michael Vick se preguntaban “¿y por qué no?”. Posiblemente porque observaban a un único modelo. Y lo mismo sucedería a la inversa.

Veteranos y lanzadores, jóvenes o corredores, ya no serían estándares para los diferentes prototipos de quarterbacks en una NFL tan dinámica y que evidencia un juego con tiempos de resolución mucho menores. Justamente, una de las virtudes de Mahomes es el estiramiento máximo del tiempo para poder lanzar ante los acechadores de la defensiva rival. Allí, los pass-rusher son de igual modo cada vez más ágiles y veloces. Es por eso que, a través de los años, el tiempo fue ganándole la pulseada al espacio.

Lo que hasta hace poco eran contrapuntos, estilos diferentes o modelos opuestos, hoy debe ser pensado como la convergencia entre dos estirpes de quarterbacks. Aunque el choque entre Brady y Mahomes sea planteado como un duelo generacional, deberíamos pensar que estamos ante otro proceso evolutivo. La entrega de aquel “testimonio” o “posta” representa mucho más que el paso de “la era Brady” a “la época Mahomes”: es el legado identificado con el progreso de la especie.

El quarterback del futuro llegó antes de lo pensado.

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